Propaganda de Don Adolfo Schwelm en Europa - 1919
UNA COMUNIDAD ALEMANA EN ARGENTINA: ELDORADO
(Problemas de integración socio cultural)
Marisa Micolis
Los datos aportados en esta tesis fueron recogidos mediante testimonios directos entre 1964 y 1968 por la autora en Eldorado. Publicado en francés en 1973 en el Centro Internacional de Investigaciones
sobre Bilingüismo en Quebec, Canadá.
Traducción: Alicia Bermolen
Digitalizado por: Frances "Paquita" Lowe
Transcripción de los capítulos
I – 2 Y 3 traducidos hoy al castellano
CAPITULO I
ELDORADO, UN MITO (1919 -1937)
“Ciertamente conozco sus angustias. Estoy decidido a liberarlo… y hacerle subir de ese país hacía
una comarca opulenta y vasta, hacia una comarca donde fluyen la leche y la miel”
(Éxodo)
- Un pionero: Adolfo J. Schwelm (l884 – 1948)
“En
los primeros años que siguieron a la gran guerra, cuando en Europa se hablaba con falsas esperanzas de un renacimiento de la humanidad, un florecimiento de la cultura y la economía, decidí luego de examinar seriamente todas las posibilidades,
emprender esta obra de colonización. Estaba convencido de que este mundo tan zarandeado, esta sociedad europea tan conmocionada empujarían a muchos hombres y no a los menos importantes, a buscar para ellos y para sus hijos una nueva patria, una
patria alejada de los campos de batalla y las ruinas donde ellos y sus hijos encontrarían la seguridad”. “Pensé que sus hijos encontrarían la seguridad”. “Pensé que la única salvación
para la Europa superpoblada era la emigración hacia nuevos países. La civilización occidental solo podía mantenerse si se apoyaba en nuevos pilares y si para renovar lo que el materialismo había destruido,
se recurría a la naturaleza, a su fuerza generosa y sin límites”.
Estos son algunos rasgos de la ideología de base que lleva a Adolfo Schwelm a imaginar alrededor de 1919,
una de las mayores empresas de colonización privada.
Adolfo nació en Stuttgart en 1884. De padres judíos, más tarde se convirtió al catolicismo. Mientras tanto, emigró
a Inglaterra, estudió en Oxford y adoptó la nacionalidad inglesa. Como funcionario del Banco de Londres, fue trasladado durante la gran guerra a la Filial de Buenos Aires. Al mismo tiempo que cumplía sus funciones, comenzó
a proveer madera al ferrocarril inglés de Argentina y a ese efecto se hizo cargo de la dirección de una explotación de quebracho. Así, en el verano de 1918, durante un viaje a las Cataratas del Iguazú, conoce a la provincia
de Misiones, paraíso salvaje de tierra colorada y selva virgen.
Es la revelación, una revelación que no dejará de mencionar toda su vida. Adolfo Schwelm, el hombre de mundo brillante y
sensible, cae en las redes del paraíso, fascinado por el poder exótico del paisaje. A partir de ese momento, no dejará de recorrer el “camino del paraíso”, el rio Paraná, tan cantado por los poetas
del Paraguay y del Noreste argentino. Se hace explorador, pasa días enteros sobre el Paraná acompañado por indígenas, entregado a la pesca o simplemente dejándose invadir por la virtud primitiva del paisaje. En realidad,
busca el lugar más apropiado para establecer su colonia modelo.
Antes de establecer el lugar preciso donde fundar su colonia, Schwelm le asigna un nombre: Eldorado. Un nombre ambiguo en verdad, porque ¿en
qué piensa Schwelm? ¿En Eldorado, la “ciudad de oro” arquetipo de los conquistadores, o más simplemente en el dorado, el pez rey del Paraná?
Un periodista que conoció
bien a Schwelm y a su guía Oscar Quincoses, nos dio precisiones sobre las intenciones del fundador. “Un día, nos cuenta, los dos hombres atracaron en la zona del actual Puerto Viejo. Mientras el guía preparaba la comida,
Schwelm se entregó a su pasatiempo favorito, la pesca. De pronto exclamó: “¡Oscar, en honor a esto, y le mostró un magnífico dorado que aún se agitaba en el extremo de su anzuelo, este lugar y recorrió
mostrándola con la mano derecha la selva virgen que bajaba hasta la costa, se llamará El Dorado!!” Esta versión, agrega el periodista, me la contó Oscar Quincoses en el transcurso de los numerosos viajes al Alto Paraná
que hicimos juntos. Pero conversando un día con el fundador, le pregunté se esa versión era exacta. Me respondió categórica y textualmente: “Si, es exacta en cuanto al hecho mencionado, pero no en
cuanto al significado del nombre. En realidad, el nombre de Eldorado – y no El Dorado- me fue inspirado por la leyenda paradisíaca de los exploradores europeos que llegaban al Oeste de América del Norte y regresaban con sus barcos
cargados de oro y metales preciosos”.
Sin embargo, Adolfo no era sólo un soñador. Agudo hombre de negocios y genial organizador, gerente de importantes capitales ingleses en Argentina,
medita al detalle las condiciones de realización de su proyecto. “Se debe saber, escribió, que una colonia es un mundo en miniatura. Desde el principio debe fijarse como objetivo el desarrollo de todos los elementos que
tienen un rol en la vida de los seres humanos. Si se quiere que la colonia tenga un desarrollo natural, su crecimiento debe ser a la vez espiritual, social y material. Es bajo esta condición como una colonia puede
tener éxito.
Esta visión sintética está ciertamente presente en el pensamiento de Schwelm ya desde 1918. Al año siguiente compró 67.000 hectáreas de tierra, la parte
de la selva comprendida entre el Piray Mini al norte, el Piray Guazú al Sur y el Paraná al Oeste. La zona elegida reunía todas las condiciones favorables para el desarrollo de una colonia. Agua y madera en abundancia.
En cuanto a los recursos alimentarios, Schwelm, en sus prospectos publicitarios, se referirá al tema en estos términos: “En materia de víveres, Misiones puede ser considerada como rival de la tierra donde corren
la leche y la miel”.
Una vez reunidas las condiciones materiales, se debían considerar también las condiciones humanas. Schwelm vio su proyecto realizado en tres tiempos: primero atraer colonos por
medio de la publicidad, luego lograr retenerlos en la colonia y establecer una corriente continúa de inmigración, finalmente asegurar el desarrollo de la colonia. “La empresa de una colonización se puede dividir en tres etapas.
La primera es relativamente fácil, consiste en convencer a un grupo de personas, por medio de la publicidad y la elocuencia, despertando su imaginación, su sed de dinero y su espíritu de aventura … para que lo sigan y se establezcan
donde usted quiere. Hasta le diría que si usted no es muy escrupuloso con los métodos que emplea, puede llevarlos a establecerse en cualquier lugar. Lo que es difícil, es la segunda etapa que consiste en hacer que permanezcan,
y más aún, establecer una corriente continua de inmigración, lo que sólo es posible si usted logró conformar a su primer grupo de inmigrantes. Si fui capaz de llegar a la tercera etapa que es la del desarrollo real,
lo debo esencialmente a dos motivos, primero la fertilidad del suelo, luego mi obstinación”.
La tradición fijó el 29 de septiembre de 1919 como fecha de fundación de Eldorado. ¡El 29 de septiembre, día
de San Miguel, patrono de Alemania, y cumpleaños de Adolfo Schwelm! ¿Sería tal vez el día de la inauguración de la colonia? Es difícil decirlo, ya que la tradición confunde fundación e inauguración,
como lo testimonian estas líneas de tono mítico que se pueden leer en la Crónica de la Parroquia de Eldorado: “En el año del Señor de 1919, el día fiesta de San Miguel, el Señor Adolfo Schwelm
llegó por primera vez a orillas del puerto del Alto Paraná que debía llamarse más tarde Eldorado, para inaugurar la colonización de esta, su tierra”. Lo que sabemos en realidad de la fundación de Eldorado puede
reducirse al siguiente esquema. Con un puñado de hombres, Schwelm se pone a trabajar. Comienzan por desbrozar las veinte hectáreas destinadas a ser el famoso parque del fundador: un parque a la inglesa, pero de dimensiones tropicales.
“Lo que da a Inglaterra su rostro pintoresco, escribe Schwelm, es la manera como fue concebido su paisaje. Los árboles fueron plantados en el lugar donde es más eficaz su presencia…. Imbuido de estas ideas, empecé a
trasplantar jóvenes árboles de la selva o a hacer esquejes… Aporté cipreses, pinos, plantas de té de Assam, caucho, eucaliptus, la magnífica Pontiana Regia, palmeras indias, etc.
En materia de frutales, introduje diferentes tipos de naranjos de California, Palestina, China y Brasil, varias variedades de limones y ananás, bananas, pomelos, en fin, plantas textiles y tung, que viene de China y produce el mejor barniz”.
Este parque contó pronto con una chacra modelo. Todas las fotos de Eldorado destinadas a la publicidad serán en realidad fotos del parque de Schwelm.
Schwelm pasa la
mayor parte del año en su residencia de Eldorado, para recibir a los colonos y organizar a la comunidad. En 1924, funda la Compañía Eldorado: Colonización y Explotación de Bosques Ltda. S.A.
Al frente de cada sección de la Compañía, nombra a un hombre de confianza. Pero es él quien se ocupa de la dirección de la publicidad. Dedica tres o cuatro meses por año a giras de conferencias en
Buenos Aires, Alemania, Inglaterra. En todas partes se presta de buen grado a las entrevistas de los periodistas. De 1922 a 1939, en varios diarios y revistas aparecen artículos que cuentan la epopeya de Schwelm y exaltan las
condiciones de vida en Eldorado. Según las afirmaciones de un periodista que conoció al fundador, en aquella época, Argentina era conocida en Europa a través de Eldorado. Por otra parte, Schwelm visitó
a los grandes de esa época: reyes, príncipes, gobernantes, banqueros, hombres de negocios, para hablarles de su Eldorado y obtener de ellos la ayuda moral y financiera, necesarias para el desarrollo de la colonia. A partir de 1923, comenzó
a invitar a Eldorado mismo a personalidades argentinas o extranjeras que representaban a las altas esferas culturales, económicas o políticas. En su residencia de leyenda, les ofrece una acogida fastuosa.
Para Schwelm, Eldorado ya no es un sueño sino una realidad. “Podemos declararlo, escribe en septiembre de 1931, lo que habíamos soñado está hoy cerca de cumplirse---
Es indiscutible que en doce años surgió en Eldorado una colonia donde reinan la vida y la actividad de un mundo cultural reducido pero sólido, real, capaz de desarrollarse y crecer de manera continua. Hemos tenido fe en ese
desarrollo a partir de 1919, desde el momento en que en esa jungla del Alto Paraná, elegimos el emplazamiento de la futura colonia”.
- El mito de Eldorado en Alemania
“El hombre
hace la belleza de lo que ama y la santidad de lo que cree”
(Schwelm)
Uno de los slogans más conocidos de Schwelm era: “Hay que hacer publicidad o morir”. Él mismo lo puso en práctica durante casi veinte años, con el fin de materializar sus planes de colonización
y realizar su gran sueño: hacer surgir un Eldorado en medio de la selva virgen.
“Todo proyecto de colonización, escribe
Schwelm, debe basarse en un estudio profundo de la naturaleza de la región elegida, así como de la clase de gente que se quiere llevar allí. Se debe saber -- y es una verdadera ciencia -
asociar, combinar las riquezas naturales y las energías humanas”. “Mis preferencias a este respecto recayeron en las razas nórdicas. Los primeros colonos de Eldorado fueron alemanes, dinamarqueses, suecos:
constituyen la mayoría de la población actualmente. Hay también un puñado de británicos, austríacos, húngaros. Estas declaraciones son de los artículos de Schwelm de 1931 y 1932, es
decir de un momento en el que Eldorado cuenta ya con unos siete mil habitantes todos de origen europeo y ya transformada, por la fuerza de las cosas, en una colonia de idioma y cultura alemanas.
¿Por qué Schwelm dejó de lado a los países latinos y concentró su acción en los países anglosajones? Era sin duda, como el mismo lo dice, una cuestión de preferencia personal, ya que él mismo
tenía origen alemán y cultura inglesa. Pero no podía ignorar que sus preferencias encontraban un eco favorable en la ideología argentina de esa época. En efecto, los hombre en el poder cuyo lema era “gobernar
es poblar”, deseaban una inmigración anglosajona y nórdica, ya que sólo tenían confianza en las virtudes de esas razas.
Pero, ¿por qué y cómo habían
venido los primeros colonos a Eldorado? En la Alemania de post guerra, entre 1919 y 1930, una población cada vez más pobre y angustiada, buscaba nuevos horizontes, o poder satisfacer su necesidad de paz y seguridad. Lo que sigue es un testimonio
extraído de un prospecto sobre Türkenfeld, un pueblo de los alrededores de Munich que dio una cantidad de colonos a Eldorado: “Desde 1915 los víveres estaban racionados… La población estaba
desorganizada por los precios astronómicos, debido a la inflación económica mundial. La cantidad de desocupados aumentó, la moneda se desvalorizó; los campesinos ya no encontraban mercado para vender sus productos.
En todas partes, miseria”. Lo que ocurrió en Türkenfeld, también ocurrió en otras partes. Humillación, esclavitud, miedo, miseria, confusión política: tal era el clima en el que vivían
en esa época la mayoría de los campesinos y artesanos alemanes. “Saqué a esa gente sin fe y sin esperanza de un mundo conmocionado, desgarrado”, le gustará repetir al fundador de Eldorado. Los folletos
publicitarios de Eldorado publicados y difundidos por Schwelm, caen entonces en las manos de gente casi desesperada: “Las colonias de Eldorado sobre el rio Paraná, en Misiones, Argentina”, “Las Colonias de Eldorado – Puerto Rico,
Monte Carlo – Colonias para el colono alemán” etc. Se adivina fácilmente el efecto mágico que los títulos de los folletos debieron ejercer en la población a la que estaban destinados. En todas las oficinas
de emigración en Alemania, se podía descubrir que existía en la República Argentina, un Eldorado abierto para los candidatos a la felicidad: “Invitamos a Eldorado a todos aquellos a los que las circunstancias llevan
a buscar un futuro seguro: a los que al mismo tiempo están dispuestos no a renunciar a la cultura de su país de origen, sino a trasplantarla a una nueva patria; los que ven su felicidad y su placer en la adquisición del confort y la riqueza
por medio de un trabajo obstinado y una voluntad inquebrantable. En síntesis, invitamos a quienes están decididos a encontrar no sólo un hogar, sino también propiedades y tierras que puedan legar a sus hijos”.
La felicidad a través de la riqueza, sí, pero también la felicidad a través de la libertad: las colonias del Paraná ofrecían a este respecto posibilidades aparentemente excepcionales. Acogedor y liberal,
el Gobierno argentino prometía al colono europeo total libertad de acción, así como independencia cultural y económica y le garantizaba ayuda oficial. Se debe agregar que contrariamente a sus vecinos inmediatos, Brasil y Paraguay,
sacudidos por continuas revoluciones, Argentina se veía como un país apacible en pleno desarrollo económico; era entonces para el colono un campo de acción exaltante. Por otra parte, la provincia de Misiones, contrariamente
a otras provincias argentinas, carecía de elementos indígenas hostiles: los colonos europeos se encontrarían entre ellos.
Finalmente, la Compañía Colonizadora Eldorado, fundada por Schwelm y perfectamente organizada, ponía a disposición de los colonos el medio de comunicación más poderoso del Norte Argentino, el Rio Paraná, que
llega hasta la capital y el Océano. Tales eran las perspectivas ofrecidas por la publicidad. Textos tentadores ilustrados con fotos del “paraíso”, una película probablemente filmada en el parque del fundador,
todo lo cual circulaba por las localidades y suscitaba entusiasmo y esperanza: ¡un rayo de luz en el brumoso invierno de Alemania!!
Pero
el entusiasmo no excluye el cálculo y la publicidad se ocupa de prever los problemas de orden práctico. A partir de 1924, se sabe que la Colonia Puerto Eldorado tiene un puerto Oficial, luz eléctrica, agua corriente,
dos comercios independientes de la Dirección de la Colonia, un aserradero, una curtiembre, una herrería, un puesto de radio telegrafía y se pueden adquirir en ella propiedades a precios razonables: 30 a 40 pesos la hectárea, pagaderos
a plazos. Los prospectos de 1925 tranquilizan aún más: “Eldorado cuenta con un puesto de Policía, una escuela alemana para enseñar el idioma a los niños, un iglesia católica y una iglesia protestante;
la comunidad formó un consejo para la escuela y uno para la iglesia. Existe también una comisión para la construcción de puentes y calles. Tampoco faltan los clubes. La Colonia tiene también su médico,
alemán y su farmacia y puede contar con los servicios de una partera. Todas estas ventajas están al alcance del colono, es decir que él puede gozar de todas las ventajas de la civilización moderna.
La publicidad lleva a un éxito real. En 1932 Eldorado cuenta con cerca de 7.000 personas de origen europeo. “Como las semillas, los árboles y las flores, se lee en un diario de abril 1932, los colonos vinieron a Eldorado
de todas partes del mundo”. De hecho, la gran mayoría de esos colonos eran de origen alemán, y según los sobrevivientes de esa primera generación, todos habían conocido Eldorado en Alemania, gracias a la publicidad
que también los había esperado al desembarcar en Buenos Aires.
Se debe reconocer que esta publicidad fue notablemente diseñada.
Daba muestras de un profundo conocimiento de la sicología humana, de la historia de los pueblos y de sus aspiraciones secretas. Tanto en los folletos como en los artículos publicitarios, Eldorado se presenta en una cantidad de cuadros cuyo
ordenamiento esta previsto para despertar la imaginación y satisfacer la comprensión. La ley que preside su composición es la de la alternancia: se pasa insensiblemente y más de una vez, de la descripción apasionada
y romántica del paisaje natural a la enumeración tranquilizadora de las ventajas prácticas que ofrece la Colonia. En el marco exaltante de una naturaleza salvaje, se está seguro de poder conservar un estilo de vida “civilizado”.
Pero si la alternancia opera, es porque la enumeración nunca tiene la sequedad de un inventario. Se percibe un sutil lirismo a nivel de los conceptos: tratándose de la producción o de la venta de los productos, el comercio
de la madera o las cooperativas agrícolas, empresas o industrias, los términos empleados son los que evocan la sobreproducción y la sobreabundancia y los proyectos se entremezclan curiosamente con la realidad.
Bien concebida, la publicidad estaba también muy bien organizada. Al llegar a Buenos Aires, los inmigrantes de lengua alemana quedan inmediatamente a cargo de los agentes de la Compañía Colonizadora Eldorado. Tres a cinco
días de descanso en el Hotel de Inmigrantes, donde se completaban las informaciones sobre su lugar de destino, donde se les ofrecían y a veces también vendían, títulos de propiedad. Antes aún de que tuvieran
tiempo de sentirse en tierra extranjera, ya estaban en un barco que remontaba el Paraná en dirección a Eldorado. Ese viaje, que Schwelm había realizado algún tiempo antes con sus empleados a bordo del Cuñatai,
lo hacían ahora centenares de familias. El majestuoso Paraná los vio pasar durante años, de 1919 a 1937, cargados de equipaje y sueños. Además de los muebles necesarios para sus nuevas viviendas,
algunos traían sus pianos, una bicicleta y hasta una biblioteca. Y todos estaban convencidos de que al elegir Eldorado, habían tomado la mejor decisión de su vida.
A veces, al subir por el Paraná, los barcos de los inmigrantes cruzaban el yacht particular de Schwelm, llamada La Swastika. El fundador deseaba dar la bienvenida a los colonos, y ellos sentían en este encuentro con el jefe del que se les
había hablado tanto, un motivo más de seguridad y alegría. El encuentro con Schwelm sobre el Paraná es aún hoy para algunos un recuerdo que gustan contar.
El hecho y el éxito de esta publicidad no son un fenómeno singular. A menudo ocurrió esto en la historia, cada vez que un grupo de familias tomó la ruta, con todo lo que tenían, hacia una tierra prometida. En
este sentido, se puede decir que Eldorado de Schwelm es un libro compuesto a partir de otros libros: el fundador sacó provecho de la experiencia de otros fundadores. Sin embargo, si el fenómeno se repite, reviste cada vez una forma
particular y se podría por comparación medir la originalidad, el carácter eminentemente personal de la publicidad de Schwelm. Para apreciarlo, basta tal vez con saber que no hubo colono que al llegar a Eldorado, no haya tenido
a Adolfo Schwelm por responsable de su nueva vida y…. de su decepción.
- 3. La llegada a Eldorado
Desde la llegada a Puerto Eldorado el sueño de Eldorado mítico se desvanecía. Los primeros colonos conservan
aún el recuerdo de esa desilusión. “Al atracar en Puerto Eldorado, me dijo un ex empleado de Schwelm, los europeos se sentían engañados, Había que alentarlos, exhortarlos, convencerlos de que podía
haber allí un buen futuro. Su entusiasmo volvería mucho más tarde. Algunos, a pesar de todo, abandonaron Eldorado. No se hacían a la idea de que la colonización era una empresa difícil
y que exigía mucho trabajo”. La mayoría de los colonos llegados entre 1920 y 1935 habrían vuelto inmediatamente a sus países sin dudar, si hubieran tenido los medios para hacerlo. Llegados
sin dinero, no tenían opción. Así, para ellos, Eldorado se transformó en una verdadera prisión, una pesadilla, una amenaza constante: la selva como un muro infranqueable, la humedad y los calores tropicales, las
víboras y animales salvajes, las moscas, mosquitos y los mbariguis, minúsculo insecto de la jungla cuya picadura deja en la piel una quemadura infecciosa. Finalmente y lo peor, la certeza desgarradora de que Eldorado no existía y
simplemente había que construirlo.
Pero por otra parte, los colonos venían de un mundo en ruinas donde ya no había para
ellos ningún futuro, nada por conquistar. Después de los primeros momentos de desaliento y rebeldía tomaban la gran decisión: crear Eldorado construyendo su propio Eldorado. Y así, los hombres rubios de ojos claros
se pusieron a trabajar. Las familias se alojaron provisoriamente en el Hotel de Inmigrantes, acondicionado en el Puerto de Eldorado por la Compañía Colonizadora. El jefe de familia o el joven soltero partía enseguida
hacia la selva con el empleado de Schwelm que se encargaba de la venta de tierras, para elegir su futura propiedad, su chacra. La parcela de tierra era de veinte a cincuenta hectáreas y el precio de la hectárea variaba
en función de su proximidad con el río Paraná. Los que tenían dinero se procuraban las tierras que daban sobre la única vía de comunicación que existía: el Río Paraná.
Algunos incluso acondicionaban allí un pequeño puerto particular: Puerto Edén, Puerto Patycuá, etc.
Para la mayoría de los colonos llegados sin dinero, lo mismo que para los colonos llegados más tarde con o sin dinero, sólo quedaban las tierras del interior, sólo quedaba la selva propiamente dicha. Sin duda tenían
la parte más ingrata, pero más tarde recibirían la satisfacción de ser los verdaderos fundadores de Eldorado, ya que esta ciudad se extiende hoy a ambos lados de la ruta principal, la picada maestra, que comienza
en el Puerto - km. 0 – y avanza hasta el centro de la selva, hasta el km. 35.
La gente se reunía fácilmente en función
de su pertenencia religiosa y su origen étnico. De esta forma surgieron la picada dinamarquesa (entre el Puerto y el km.9), el Bayernthal o picada de los bávaros católicos (Km. 24), el
Schönthal o picada de los alemanes de origen polaco (Km. 25-31), la picada sueca (Km. 28). Sin embargo, la hostilidad del medio natural y la pobreza de los medios, así como la soledad en medio
de la selva no tardaron en crear vínculos de solidaridad entre grupos vecinos. De esta forma, cada región se transformó en un pequeño grupo de ayuda mutua, de colaboración y de entretenimientos comunitarios.
Pero el Puerto seguía siendo el centro de la colonia. En general el colono debía recorrer la distancia que separaba su propiedad del Puerto, al menos una vez por mes. Había excepciones. Según los testigos
de la época, algunas personas pasaban un año antes de volver a ver el puerto donde habían desembarcado; los vecinos se encargaban de sus comisiones y necesidades. En cuanto a las mujeres, rara vez iban al centro, ya que
difícilmente podían abandonar la casa, los niños y los animales.
El Puerto era el lugar de residencia del fundador, el
juez y el médico, y también la sede de la Compañía Colonizadora Eldorado; era sede de las autoridades administrativas y los servicios públicos argentinos: la policía, el correo, un estación radio telegráfica,
y una escuela nacional.
El personal argentino había sido llamado por el mismo Schwelm e instalado por los colonos. El rol de los argentinos se reducía a poca cosa. Distintas comisiones para el desarrollo, formadas
por los colonos y presididas por Schwelm o sus delegados, animaban en realidad la colonia: comisión de rutas, comisión escolar, comisión para la organización de las iglesias, comisión de seguridad social. Se debe
agregar que en aquella época, aún el ejercicio de la justicia en lo concerniente a la población europea, estaba de hecho asegurado por el personal de la Compañía Colonizadora.
Todos los colonos debieron atravesar las mismas grandes etapas para conquistar el derecho a vivir en Eldorado. Primeramente, debían desmalezar dos o tres hectáreas para instalar allí sus casas, una simple cabaña construida
con hojas de palmeras y tallos de tacuara. Alrededor de la vivienda sembraban maíz, mandioca, porotos, zapallitos, batatas, para el consumo familiar y también para la cría de cerdos, gallinas y con menor frecuencia
el caballo o la vaca. Al mismo tiempo que aseguraban su subsistencia, los colonos comenzaban la explotación comercial de su propiedad. Las posibilidades económicas ofrecidas por la yerba mate “el oro verde de Misiones”
daban grandes esperanzas. Sin embargo, la yerba mate era rentable recién después de cuatro años. El tabaco en cambio podía proveer a corto plazo los ingresos necesarios. Por lo tanto, durante los primeros
quince años, los colonos practicaron paralelamente el monocultivo perenne de la yerba mate y el cultivo anual del tabaco. Solo los teuto brasileños no comprendieron la ventaja de un cultivo perenne como el de la yerba mate y se quedaron
con los cultivos anuales.
Son en cambio los teuto brasileños quienes ayudaron a los inmigrantes europeos durante la primera fase, les
enseñaron a desmalezar la selva y a alojarse. Según un viejo colono que había vivido diez años en Sao Leopoldo, Rio Grande do Sul, antes de venir a instalarse en Eldorado en 1922: “Eldorado actual nació
de dos factores igualmente importantes: la sabiduría práctica necesaria para cultiva la tierra y sobrevivir en la zona selvática, aportada por los alemanes originarios de Rio Grande Do Sul y la habilidad para manejar las cifras que tenían
los alemanes venidos de Alemania directamente. Sin los primeros, la mayoría de los segundos habrían abandonado o no habrían sobrevivido. Sin estos, aquellos no habrían progresado porque en su mayoría eran
iletrados, o sea analfabetos. Desde el principio, los europeos supieron calcular, prever, planificar y organizar su actividad agrícola en consecuencia. Cada uno quería tener algunas hectáreas propias de yerba mate y un
sano espíritu de imitación llevaba a cada uno a incrementar su producción”. Así entonces, desde el principio los europeos se orientaron hacia los cultivos industrializables: yerba mate y cítricos, luego hacia
1929-1930, el tung.
Pero aún cuando todos los colonos debieron recorrer las mismas etapas para conquistar su tierra,
no por eso todos tuvieron la misma relación con la tierra. Algunos propietarios, como el mismo Schwelm, aseguraban la dirección principal de la explotación pero no participaban en los trabajos propiamente dichos. Confiaban
esta responsabilidad a personal pago, alemán o paraguayo. En Eldorado de los primeros años, esos propietarios no eran numerosos. La inmensa mayoría de los inmigrantes participaban directamente en los trabajos de explotación
con los miembros de su familia, con o sin la ayuda de personal asalariado. La familia numerosa era privilegiada porque disponía de numerosos brazos para el trabajo. Esos colonos reducían al mínimo estricto sus gastos,
y muchos de ellos durante meses no tuvieron prácticamente un peso en el bolsillo. Por otra parte, al menos al principio, una cantidad de gente repartía su tiempo de trabajo entre dos tareas diferentes: trabajaban medio tiempo para
Schwelm, asegurando el mantenimiento de su inmenso parque y su chacra modelo, y la otra mitad por su cuenta, explotando su propiedad. Algunos también prestaban sus servicios a Schwelm por cinco días a la semana y dedicaban a su propiedad
sólo los sábados y domingos. Era para ellos el único medio de pagar la tierra que habían comprado a crédito. Las cosas no eran tan fáciles, ya que el obrero cobraba 60 pesos y la propiedad más
pequeña – 25 hectáreas – costaba 750 pesos.
Paralelamente a este mundo europeo complejo que se reestructuraba
en una situación nueva, crecía en silencio el grupo de origen guaraní, venidos en gran parte del Paraguay. Esos “oscuros y misteriosos hijos de la selva”, como los llamaban los alemanes, trabajaban al lado del colono,
les proveían mano de obra barata. Aseguraban el trabajo más ingrato, el de desmonte. Entre esos peones aparentemente dóciles y fieles y sus patrones blancos, el abismo cultural era demasiado profundo como para que
sus relaciones de amos a esclavos pudieran parecer tales a los colonos y plantearles algún problema.
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Entre 1924
y 1935, Eldorado no era sin duda ni “el Rin alemán”, ni la “Turingia alemana”, como se complacía en proclamar la publicidad, sino gracias al trabajo de los colonos, una colonia bien organizada que gozaba de una
real autonomía económica, social y cultural. De esta autonomía dan testimonio el nacimiento y el desarrollo de instituciones alemanas, la Cooperativa Agrícola, las iglesias y escuelas confesionales y las diferentes
asociaciones recreativas.
El evento más notable fue por lejos el nacimiento de la Cooperativa Agrícola. Gracias a su trabajo
denodado, los colonos pasaron algunos años, de la cabaña a la casa de madera y a veces a la casa de ladrillos. Las primeras cosechas habían señalado por su magra rentabilidad, la fragilidad de las estructuras económicas
de la comunidad: habrían debido dejar mucho más. ¿Cuál era la razón de esta falta de ganancias? Era que la fase del trueque había sucedido la del “bono” particularmente nefasta para el
colono. En efecto, entre 1928 y 1931 el colono no tenía más posibilidad que entregar su producción de yerba mate a los comerciantes que se habían establecido en Eldorado durante
esos tiempos. Estos pagaban a los colonos con bonos llamados vales. Era una especie de trueque a término que permitía a los comerciantes engañar de mil maneras a los colonos, abusar de su buena
fe o de su ignorancia. Schwelm y su Compañía estaban muy absortos por la venta de tierras, como para interesarse en los problemas de comercialización de la producción. Para defenderse, los colonos reaccionaron
fundando ellos mismos, el 29 de marzo de 1931, la Cooperativa Agrícola Eldorado. A partir de ese momento, este organismo se encargó de la comercialización de la producción, equilibrando los precios, pagando a los
miembros con dinero efectivo y proveyéndoles de los artículos de base a precios razonables. Los colonos sólo trataron entonces sus asuntos por intermedio de la Cooperativa. El efecto de la institución fue tal,
que en 1934 Eldorado conoció por primera vez el sentimiento de un verdadero confort; los colonos pudieron comprarse autos y aparatos de radio.
Antes de organizarse en el plano económico, los colonos habían sentido la necesidad de organizar su vida espiritual y religiosa. En 1924, las familias alemanas y dinamarquesas fundaron la Federación Luterana del
Sínodo Alemán de la Plata. Schwelm hizo donaciones de tierra y dinero para la construcción de un edificio destinado al culto y al mismo tiempo utilizable como escuela alemana. El edificio se inauguró
recién en 1931. Mientras tanto, Schwelm llegó a asegurar una mensualidad al pastor. A cambio, el pastor era invitado a hacer activamente publicidad para Eldorado entre los fieles residentes en otras regiones de Argentina
y aún de Alemania. Este intercambio desagradó particularmente al segundo pastor, que llegó a Eldorado en 1925. Rechazó formalmente las condiciones de Schwelm, aclarando que “su función no era
de orden temporal y que de todas maneras el no podía mentir ¡ ya que Eldorado no existía!” . Evidentemente Schwelm no pudo exiliar al pastor, pero suspendió su mensualidad.
Entre 1926 y 1930, la Congregación Luterana queda sin pastor y debe conformarse con las escasas visitas de pastores pertenecientes a otros centros luteranos de la provincia. En 1930 se nombró
un pastor en Eldorado, pero como pertenecía al sínodo norteamericano, chocó con el rechazo de los luteranos alemanes (Reichdeutschen); sólo los dinamarqueses y los alemanes originarios de Polonia (km. 25 o Schonthal) aceptaron formar
parte de la congregación. En 1935 la llegada de un pastor proveniente del Sínodo alemán, consumó la división de la comunidad luterana. Los Reichdeutschen construyen la iglesia
y escuela en el km.14, los otros permanecen en el km.6. Sólo el cementerio, en el km.3, es para las dos congregaciones.
La comunidad católica se organizó en condiciones diferentes. El 21 de mayo de 1920,
al aire libre, en la propiedad de Schwelm, un sacerdote celebró la primera misa en Eldorado. Asistió el fundador junto a su joven esposa y un pequeño grupo de fieles. Esta ceremonia tenía a sus ojos el sentido
de una consagración oficial de la obra colonizadora. La iglesia católica, sin embargo, recién fijo raíces en Eldorado en 1924, gracias a las familias teuto brasileñas venidas de Rio Grande do
Sul. “El colono Adan Hartmann, venido con su familia de Rio Grande do Sul, fue el verdadero patriarca de la parroquia católica”, dijo la Crónica de la iglesia católica de Eldorado. Al principio, un sacerdote venía
periódicamente de Puerto Rico, la colonia vecina, católica alemana. Fueron los teuto brasileños quienes sentaron las bases, y correspondió a los bávaros perfeccionar el edificio. Estos, una decena de familias
en total, habían dejado su pueblo natal, Türkenfeld, en Baviera, conducido por un monje benedictino, Pater Paulus, y desembarcaron en Buenos Aires en 1925. De allí fueron a la provincia del Chaco, donde Schwelm los
encontró un año más tarde viviendo en condiciones lamentables a causa de la sequía. Su procedencia inmediata les valió el nombre aún usado hoy de Die Chaco Leute (La gente del Chaco).
Schwelm los invitó a Eldorado y la Compañía Colonizadora les vendió tierras en el km.24, conocidas actualmente bajo el nombre de Bayernthal. A pesar de las enormes dificultades que presentaba el hecho de vivir tan lejos del
Puerto, el grupo se puso a trabajar con pasión, con el objetivo de recuperar el tiempo perdido y ahuyentar el recuerdo del primer fracaso en Argentina. Toda esta gente debió primero trabajar para otros, para poder pagar sus tierras.
El primer cura, establecido en Eldorado en 1927, debió compartirse y compartir su tiempo entre los Deutschbrasilianer
del km. 9 al km. 14 y los Chaco Leute del km. 24. En 1928, Schwelm ofreció una hectárea para la construcción de la iglesia católica en el km. 11, pero los bávaros
querían su parroquia en el km. 24. Había en total unas 30 familias católicas en esa época. El padre Jorge Gottschalk pasaba el primer y el tercer domingo del mes en el km. 24 con las bávaros.
Al principio, el cura oficiaba en una casa particular, la del Sr. Hartmann en el km. 10, en lo del Sr. Cayetano Foerg en el km.23. También en sus casas, cumplían el rol de maestro de escuela. Por una parte, los hijos de familias católicas
podían difícilmente desplazarse todos los días hasta el km. 2 para ir a la escuela Argentina, por otra parte teniendo a su servicio un sacerdote alemán, los padres preferían la escuela parroquial alemana. Allí
los niños aprendían alemán, español, aritmética y religión. Finalmente en 1933 los católicos también tuvieron su cementerio en el km. 18, dos iglesias-escuela y un cementerio,
los católicos se habían dado una organización totalmente análoga a la de los protestantes.
En el Bayernthal o Picada
Bávara, las familias bávaras habían logrado borrar aparentemente el recuerdo de los tristes meses del Chaco. Habían reconstituido una verdadera comunidad. Como en Türkenfeld, tenían su iglesia,
su escuela, su cementerio. Como en Türkenfeld, eligieron a la Virgen y a San Miguel como patronos de su parroquia. Por otra parte, los bávaros fundaron un coro y un conjunto de danza folclórica que animaría las fiestas
de la comunidad, y de manera más general las fiestas de Eldorado. Una vez por año celebraban el Katholischer Kirschenverein.
Más que las organizaciones parroquiales que aseguraban la cohesión de los grupos confesionales pero acentuaban las diferencias entre ellos, más aún que la Cooperativa Agrícola que establecía una real solidaridad entre
todos los colonos pero sólo en el nivel utilitario de los negocios, son las instituciones recreativas las que a la vez expresaban y consolidaban el consenso de la comunidad alemana de Eldorado. Todas ellas nacieron del sentimiento profundo de una comunidad
de destino en medio de la jungla imponente y amenazante. La selva empujaba a los colonos de los diversos grupos germanos hablantes a encontrarse alrededor de un mate o un vaso de cerveza para evocar con nostalgia los buenos días de la madre
patria o cantar en alemán canciones de amor y de recuerdo. De esos encuentros espontáneos nació, en 1924, la Mannergesangverein Germania (Asociación de Canto Germania). Un año
más tarde, la Asociación contaba con 32 miembros. Salvo algunos austríacos y suecos de lengua alemana, los socios eran alemanes, en su mayoría luteranos. Eligieron enseguida un lema:
Whar das Nort
Rein der Klang
Treu dem deustschen Lied
Mein Leben lang!
Querían que las canciones populares alemanas se transmitieran de generación en generación en los hogares de la Colonia. En 1939, la Asociación estaba en la cumbre del éxito. Recibía
de Pforzheim emblemas confeccionadas por su expreso pedido. Los asociados mostraban con orgullo escudos e insignias cuando había fiestas o recitales.
Algunos años después de la fundación de la Asociación de Canto, en 1929, nacía el Club Deportivo Alemán, cuyo primer presidente fue Carlos Nolff Paralelamente
a las actividades propiamente deportivas, en particular gimnasia y entretenimiento, los jóvenes organizaban allí fiestas y veladas danzantes. Los de más edad, iban al club a jugar a las bochas o a las cartas.
Entre las fiestas donde los colonos se encontraban todos juntos, la más notable era una iniciativa del fundador. Dos veces por año, el 25 de mayo fiesta nacional y el 29 de septiembre, día de su cumpleaños y el de la fundación
de Eldorado, Adolfo Schwelm organizaba en su parque una especie de fiesta popular alemana. La fanfarria, el coro y los jóvenes atletas animaban esta kermesse, donde el asado se distribuía en abundancia, el vino y la cerveza no se escatimaban.
Se comía, se cantaba, se bailaba. Todos los colonos sin excepción participaban de la fiesta y Schwelm sabía poner cómodos a todos. “Descalzos o calzados, bien vestidos o en ropa de trabajo, venidos de lejos
o de al lado… una vez llegados al parque, todos se sentían inmediatamente de la misma familia. El recuerdo de esas jornadas quedó profundamente grabado en la memoria de los habitantes de Eldorado.
* **
Durante las dos primeras décadas, los inmigrantes alemanes aunque sumergidos en las preocupaciones materiales, y agotados por las condiciones particularmente difíciles del trabajo, movilizaron a la totalidad de sus fuerzas morales para crear
asociaciones e instituciones apropiadas para perpetuar entre ellos los sentimientos de solidaridad, entendimiento y optimismo colectivo. Sin duda eran alentados en esta vía y más o menos dirigidos por la Compañía Colonizadora
y su Presidente Schwelm. Apegados al suelo conquistado a la selva para hacerle dar frutos, endurecidos por el trabajo en el polvo rojo y el calor húmedo, presas de las pruebas físicas más insospechadas, ¿podían
los colonos no buscar confianza y seguridad en asociaciones que les permitían reunirse cada tanto para compartir sus preocupaciones y encontrar un poco de alegría y entusiasmo? De este esfuerzo titánico nació el primer
Eldorado alemán, es decir un mundo orgánico, moldeado según los recuerdos y las tradiciones de los colonos, a pesar de la distancia espacial y la discontinuidad histórica que ya los separaban para siempre de la patria.
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CAPITULO II
ELDORADO, UNA REALIDAD (1938-1950)
- La llegada de
los argentinos
Entre 1930 y 1945, llegaron a Eldorado argentinos, individualmente y en pequeños
grupos, a un ritmo lento pero bastante regular. ¿Quiénes eran esos argentinos? Criollos, profesionales liberales –abogados-, ingenieros, médicos, farmacéuticos- o funcionarios del Estado
-juez, alcalde,
maestros, policías. Estos últimos, eran evidentemente los más numerosos, y para los colonos, argentino se transforma pronto en sinónimo de empleado público, es decir funcionario.
Las dos comunidades, la alemana y la argentina, se desarrollan paralelamente, dentro de la indiferencia mutua y los perjuicios recíprocos. Cada uno tenía su propio modo de vida. Más aún los europeos consideraban
a Eldorado como su ciudad y hasta como su mundo, un mundo aparte y autosuficiente. Miraban entonces con circunspección a estos recién llegados, esos “extranjeros”. Los colonos tenían su sistema de valores
en el que el trabajo ocupaba un lugar eminente. Para ellos, sólo, solo el trabajo ocupaba un lugar eminente. Para ellos, sólo el trabajo esforzado, la lucha a muerte contra la naturaleza daba derecho a establecerse en
Eldorado. En función de ese criterio juzgaban a los argentinos, esa gente “llegaba cuando lo más duro había pasado”. Frente al formalismo de la burocracia argentina, frente a la negligencia de los funcionarios
argentinos, los alemanes se felicitaban por la eficacia de su trabajo y su propia organización sociocultural. Por otra parte, poco a poco el centro de Eldorado se desplazó. El Km. 2 sede de la administración argentina
y de la compañía Colonizadora pierde importancia en provecho del km.9 sede de la Cooperativa y del Banco de la Nación Argentina, abierto en 1937 a pedido de los colonos. Argentina había perdido la primera
oportunidad de iniciar un proceso pacífico de integración de los inmigrantes.
El colono conocía ya los hábitos y
los rasgos de carácter de los paraguayos: vivir al día, falta de previsión, falta de objetivos a largo plazo, indiferencia por la noción de progreso, inestabilidad social. Pero los paraguayos no planteaban problemas
a los colonos y no les generaban ninguna inquietud, porque el colono mantenía con ellos relaciones de superior a inferior. Dos mundos cerrados el uno al otro. Situación tácitamente aceptada por ambas partes.
Cuando el patrón hablaba alemán, el alemán hablaba guaraní. Cuando el peón pensaba que el patrón era injusto o que lo despreciaba, le echaba un maleficio y esperaba; el patrón lo tomaba a risa.
El resentimiento social del peón también se podía expresar repentinamente con una puñalada. El patrón lo sabía y no lo tomaba a risa. Dos maneras de ver la vida tan alejadas una de otra que
no esperaban ninguna compenetración.
Sin embargo, a ojos de los alemanes, los peones tenían una ventaja sobre los argentinos:
habían llegado desde el principio y a su manera habían luchado al lado de los colonos contra la selva. Los argentinos por su parte, no habían tomado parte en la epopeya de los pioneros alemanes y más aún pretendían
ignorarla, lo que no contribuía a hacerlos simpáticos para los colonos. Por otra parte, ¿qué aportaban a estos últimos? “Improvisación, retórica, cierta arrogancia
en las relaciones humanas y una manía de la institucionalización destinada probablemente a justificar su presencia. Nada de lo que los colonos tenían derecho a esperar: ni asistencia cultural, ni cooperación técnica,
ni ayuda médico social. Los alemanes se sentían más explotados que asistidos. “estábamos aquí desde ya hacía 15 o 18 años, me confió uno de los primeros compañeros de Schwelm,
cuando los maestros y los médicos llegaron… Llegaron como buitres para mirarnos trabajar y hacer dinero a costa nuestra. No estaban presentes cuando luchábamos contra la selva, las enfermedades tropicales, los animales
e insectos de toda clase. Otro testimonio, el de un hijo de colono nacido en Argentina: “Esa gente vino para mirar y sobre todo para criticarnos. Para ellos éramos gringos, sucios y salvajes”
Los colonos llamaban Hiesigen (indígenas) a los peones paraguayos. Pero estos, por el color oscuro de su piel, eran llamados negros por los argentinos. La asociación de estas dos palabras llevó a los colonos a llamar
Hiesigen a los funcionarios argentinos que a sus ojos eran esencialmente expertos en combinaciones oscuras. ¿Acaso no estaban siempre listos para rodear o sortear la ley y así sacar provecho? Para los criollos, eso era simplemente
un savoir faire, que el escritor Julio Mafud llama la viveza criolla, pero el colono alemán por sus principios y su modo de vida, sólo podía ser alérgico a esta práctica sistemática de la astucia y su valorización.
En boca de los colonos, la palabra Hiesigen se cargó de una buena dosis de desprecio
A partir de 1935, las asociaciones alemanas intensifican
sus actividades. Más fuertes que nunca, los alemanes cultivan sus tradiciones y rodean con un nuevo prestigio los recuerdos de la patria abandonada. Frente al mundo argentino tan opaco, los alemanes y sus descendientes se dejan
seducir lentamente por el pangermanismo de la Alemania hitlerista.
Entre 1935 y 1945, la Hindemburg Schule, el Club Deportivo Alemán y la Deutschjungen, movimiento de la juventud alemana organizada a imagen
de las juventudes hitleristas, juegan en ese sentido un rol ideológico determinante. Sólo la Cooperativa Agrícola permanece ideológicamente neutral, al menos en apariencia, probablemente porque era el único organismo
en relación vital con el mundo argentino.
En 1938, un colono de Eldorado escribió a un familiar instalado en
Estados Unidos: “La situación política de Alemania nos preocupa mucho. Los vínculos con la madre patria son para nosotros, emigrados alemanes en país latino, más fuertes e imperiosos que para vosotros, alemanes
establecidos en país anglo sajón. Al menos es así como yo me explico esta simpatía con la que la mayoría de los colonos de Eldorado miran a Hitler. Piensan que Hitler encontrará la forma de facilitar
el regreso de los emigrados a la patria y que sabrá defender la Alemania que logró unificar”.
Así entonces, en un
momento en que al favor de cierto confort, asegurado por los primeros éxitos económicos, los alemanes de Eldorado podían imponer una tregua a su lucha contra la naturaleza y preocuparse por los problemas sociales y políticos.
No es hacia la Argentina que los decepcionó que dirigen su atención, sino hacia la Alemania nazi, que al exaltar los valores de la etnia germánica, despierta en ellos una nostalgia reprimida por un tiempo, nunca compensada ni acallada.
En la euforia y la exaltación provocadas por los mitos de la Alemania nazi, los colonos se emancipan de la tutela de Schwelm y muestran sentimientos de total independencia respecto de la Argentina. Sólo algunas familias discernían
la parte de fascinación malsana y chauvinismo que entraba a esas reacciones y tuvieron el coraje de mantenerse al margen.
Un colono perteneciente
a una de esas familias recordó con su explicación el ambiente que reinaba en Eldorado en aquella época. “Nosotros, los alemanes, somos terriblemente orgullosos. Nos cuesta mucho obedecer. Sólo
obedecemos a una autoridad más fuerte que nosotros. Alegres, obstinados, aguantadores, trabajamos sin descanso y con sentido de la previsión…. Sinceros, decimos las cosas como son, directamente, y por eso nos tratan,
con razón por otra parte, de brutos. Si nos toca un líder que habla con fuerza, un hombre fuerte que habla de conquista y poder, lo seguimos casi siempre sin reflexionar. Eso explica la división que se produjo en
Eldorado durante la época de Hitler. Aquí había jefes que supieron hablar y embriagar a la población. En el 98% de las mentes alemanas de Eldorado, las ideas de conquista mundial, poder y gloria, del reinado universal
de los alemanes por mil años se pusieron a bailar una ronda desenfrenada, sin sentido. Nosotros éramos un pequeño grupo de católicos que rechazamos entrar en esas ideas; fuimos sistemáticamente boicoteados desde el
punto de vista económico por nuestros propios compatriotas.
“La situación internacional era cada vez más tensa.
En Eldorado, la opinión de los alemanes estaba muy dividida, pero la gran mayoría de la gente pensaba que Hitler era un Mesías salvador. Choques y discusiones violentas opusieron a los alemanes entre sí.
Sin darse cuenta, los colonos preparaban de esta forma una operación suicida. No habrían debido, al menos en público, pronunciarse a favor o en contra de la ideología nazi y menos aún criticar la posición
política de la Argentina respecto del Reich. En 1939, Adolfo Schwelm renunció a su cargo de Presidente de la Compañía Colonizadora. Creo que simplemente estaba asqueado por la orientación
que tomaban sus colonos. Veinte años después de la fundación de la colonia, sentía que su Eldorado escapaba a su poder moral y contrariaba sus previsiones”.
Schwelm eligió el exilio en su residencia donde las veinte hectáreas de jardín comenzaban a transformarse otra vez en selva. Allí se encerró en soledad. Había querido crear un paraíso
arrancando los hombres al conflicto y a las guerras, estableciéndolos en medio de esta naturaleza original. Pero ocurrió que los habitantes de ese paraíso giraban con predilección hacia el mundo de la violencia.
Se rehusó a seguirlos. Abandonado por sus colonos y por su propia familia, reducido a la soledad y la pobreza, Adolfo Schwelm muere en 1948 en su amplia casa casi en ruinas e invadida por la selva. Los alemanes lo recordarían
mucho después de su muerte, cuando quisieron reunir los elementos de la epopeya de Eldorado.
Si la lucha contra la jungla primero,
la lucha por la independencia económica luego, habían logrado unir a los colonos europeos de Eldorado, las luchas políticas los dividieron profundamente. La comunidad alemana cambió de rostro. Sobre
este tema, el Padre Gottschalk escribió en la crónica de la parroquia católica: “Lamentablemente, la regresión no dejó de producirse. El hitlerismo entró en la colonia y la mayoría de los católicos
alemanes dejaron de venir a la iglesia. Por su parte, el pastor luterano hizo la misma comprobación. Las pocas personas católicas o protestantes que no quisieron compartir la ideología nazi, eran tratadas de cabras sarnosas
o de judas. “Nos aislaron, dice un testigo de la época, hasta el punto que mi hermano y yo que queríamos casarnos con mujeres de origen alemán, nos vimos obligados a ir a buscar a nuestras novias fuera de Eldorado, al Cerro
Azul. Vivíamos un aislamiento duro de soportar que el aislamiento geográfico de los primeros años de la colonización. Nuestra lucha contra el hitlerismo fue para nosotros más desgarradora que nuestra
lucha de pioneros contra la naturaleza porque contra la naturaleza luchábamos todos juntos, mientras que en la época hitlerista debimos luchar contra nuestros compatriotas. Además, luchábamos contra un salvajismo más
temible que el de la naturaleza, el del hombre extremista y fanático”.
- De la indiferencia al enfrentamiento: el “Gringo”
En vísperas de la guerra mundial, la situación entre alemanes y argentinos en Eldorado, era la siguiente: el colono se sentía propietario de Eldorado, dueño de su destino, porque literalmente lo había creado a
partir de la nada, con el sudor de su frente. El argentino, aunque había llegado más tarde, se sentía propietario en su doble calidad de autóctono y de representante del Estado: era la encarnación de la ley y
el derecho. A partir de ahí, el enfrentamiento era inevitable.
Al calificativo despectivo de Hiesigen, con el que el colono
designaba al funcionario argentino, este retrucó con otra palabra despectiva, Gringo. Más aún, se esforzó por cargar la palabra con un matiz injurioso. Gringo designaba en Argentina al extranjero en general
y más particularmente al anglosajón o el nórdico. En Eldorado, la palabra adquirió el sentido suplementario de traidor.
En el momento en que estalló la segunda guerra mundial, la hostilidad entre alemanes y argentinos, hasta entonces latente, tomó libre curso. Los testimonios de los colonos sobre la época de la guerra son por lo menos divergentes.
La mayoría de ellos, buscando olvidar y hacer olvidar las actividades nazis a las que más o menos se habían entregado, ya no ven hoy en las reacciones de los civiles y los militares argentinos más que la manifestación de
una represión arbitraria y el signo de una hostilidad justificada. Los pocos numerosos que habían sabido resistir el sortilegio del ideal pangermánico, dan un cuadro más exacto de la situación. Es interesante
escuchar los dos testimonios.
Así es como los colonos de la primera categoría describen la situación. “Fue
una época difícil y comprometedora, escribe uno de ellos. De pronto se empezó a criticar nuestras tradiciones y en particular nos reprochaban el uso del idioma alemán. Pero, ¿quién podía
asombrarse por esta incomprensión? Mientras construíamos Eldorado y sufríamos solos en medio de la selva, el gobierno y el pueblo argentino fue hecho con el esfuerzo de los colonos: escuelas, vías de comunicación, etc.
Los habitantes de Eldorado –era normal – mantenían sus costumbres y su idioma. En nuestras escuelas, los niños aprendían simultáneamente español y alemán, pero en el trabajo, en la casa, en
las fiestas, la iglesia, la municipalidad, etc. estábamos entre nosotros, entonces hablábamos alemán. Nuestros obreros guaraníes y los negros de origen brasileño comprendían rudimentos de alemán
y nosotros rudimentos de guaraní. ¿Quién hablaba español? Los argentinos que habían llegado después y no participaban de nuestra vida laboral. No podíamos soportar pasivamente
todas esas críticas. Al principio, nos reíamos de ellas, luego la indignación y el miedo nos atraparon. Ya no sabíamos qué hacer. Las autoridades exigían que de pronto renunciáramos
a nuestras costumbres y a nuestro idioma materno. Como eso se nos hacía imposible, fuimos caratulados como de espíritu revolucionario y de nazis. Tiste época en verdad. En ese entorno apacible, vimos nacer
el odio y lo vimos crecer contra nosotros, mientras conocíamos la Argentina”.
“En esa misma época, agrega nuestro
relator, un grupo de argentinos fanáticos, muy vinculado con el partido Radical, fundó una asociación cuyo objetivo era luchar contra “la amenaza nazi” en todo el territorio. Eso quería decir simplemente
la lucha contra nosotros, los alemanes instalados en la República Argentina”. Ese texto hace alusión a la Asociación de Docentes argentinos de Eldorado, creada en 1936 y que a partir de 1939,
se hizo cada vez más activa. Se consideraba como una “vanguardia” y un ejército civil”, encargado de combatir por una parte la ignorancia de los peones y por otra la cultura extrajera de los colonos.
El primer campo de batalla entre alemanes y argentinos fue entonces la escuela y las primeras víctimas los niños. Hasta 1939, los niños habían debido asumir lo mejor posible las dificultades habituales
de una educación bilingüe y bicultural. Durante la guerra, se vieron perseguidos sobre todo cuando concurrían a la escuela argentina lo que era el caso para los de menos fortuna. “En la escuela argentina, confiesa
un joven agricultor hijo de colono, nos castigaban porque no hablábamos español o lo hablábamos muy mal. Teníamos miedo de ir a la escuela, donde nos insultaban todo el tiempo, nos trataban de gringos,
de cuadrados, de burros y hasta de nazis. En casa, nos castigaban porque no hablábamos muy bien alemán y porque no queríamos ir a la escuela.
Nosotros, los hijos de alemanes que teníamos seis años en 1943, hemos vivido un verdadero infierno y personalmente no lo puedo olvidar”.
La acción
de la Asociación de Docentes, encontró a partir de 1939, el apoyo y el sostén de la gendarmería nacional, llegada a Eldorado para esa fecha. La policía local y el juez de paz también se
sintieron más seguros, gracias a la presencia de gendarmes. Ellos también se sintieron de pronto responsables de la soberanía nacional.
En el año 1945 con motivo
de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades norteamericanas de la Iglesia Luterana decidieron cerrar la escuela y vender la propiedad.
Este predio y edificio será adquirido
por el estado Nacional Argentino para asiento del Escuadrón No. 10 de Gendarmería Nacional. Se firmó el boleto de compra y venta el 2 de Agosto de 1946 entre el Sr. John M. Armbruster en nombre de la Asociación The Board of Foreing
Misions of the United Lutheran Church of America Incorporated y el Tte. Coronel (S.G) Salvador Juan Anadón, Jefe de la División “Propiedades” de la Dirección General de Ingenieros del Ministerio de Guerra, en nombre del Estado
Nacional Argentino, fijándose la venta en la suma de $ 80.000.- m/n. Actuaron como testigos los vecinos de Eldorado el Sr. Benigno López (hijo) y Sr. José Otero.
Por Decreto 18.914 del 21 de Noviembre de 1946 el Presidente de la Nación Argentina, en acuerdo general de Ministros, aprueba el boleto de compra y venta siendo efectuada la Escritura por el Escribano General del Gobierno de la Nación, Jorge
E. Garrido. Este Decreto lleva las firmas del Gral. Juan D. Perón y del Gral. Humberto Sosa Molina (Dir.de Ing., Ministerio de Guerra).
En 1945, debido a la conflagración mundial el Gobierno Nacional confiscó
el edificio y la Escuela Hindemburg cerró sus puertas hasta 1956. Esta escuela había sido construida por los alemanes.
¿Cómo podía justificarse tal medida? “Una parte de nuestras fronteras, aclara un informe oficial, está confiada al cuidado de esta prestigiosa unidad de gendarmería. Esa es su misión específica,
pero no por eso descuida su función social y civilizadora”. Imbuida de esta idea, la gendarmería multiplica las conferencias sobres distintos aspectos de la historia nacional, distribuye banderas, escarapelas y escudos a las
escuelas, instituyó la fiesta anual “Día de la Tradición”, introdujo la esgrima y el polo en Eldorado.
¿Por
qué esas manifestaciones repentinas del nacionalismo argentino? Los colonos de la primera categoría no ven en esto más que fanatismo gratuito y aportan ejemplos en apoyo de su opinión. “A modo de recuerdo
de la madre patria, Ingrid, mi mujer, había traído un banderín con los colores de Bonn, su ciudad natal. En Bonn, ese banderín era habitualmente distribuido a los miembros del club de canotaje. Ingrid lo había
colgado en la pared, en el hall de entrada. Un día, en 1941 un empleado de Seguridad Argentina se presentó en nuestra casa. Preguntó a qué “potencia extranjera” pertenecía el color
de ese banderín. Le explicamos que era un recuerdo de Bonn ¡la ciudad de Beethoven! Pero el fiel empleado, muy indignado y llevado por el fuego patriótico, ¡exigió que sacáramos el objeto y pusiéramos
en su lugar la bandera argentina! Nos decidimos sacar ese trozo de tela tan provocador para no ofender los sentimientos históricos de esas nacionalistas argentinos cuyo fanatismo les hacía ver en un simple banderín de recuerdo un
gran peligro para su soberanía nacional”.
Sin duda es cierto que los verdaderos colonos debieron sufrir por parte de este “ejército
civil” apoyado por los gendarmes, que se obstinaban en vigilar las mínimas acciones y gestos, y a castigarlos de ser necesario. Que en ese rol, los argentinos civiles y militares hayan cometido más de una injusticia, es más
que probable. Pero su actitud, ¿era tan arbitraria como lo dejan saber los colonos que acabamos de citar? Si creemos a la otra categoría de colonos, es decir a aquellos que durante la guerra se mantuvieron alejados de
las actividades nazis de Eldorado, los argentinos sólo se habrían defendido, torpemente quizás, contra la invasión de la ideología hitleriana.
Este es el más completo testimonio que hemos recogido. Proviene de un colono suizo de Eldorado y su contenido fue confirmado por dos colonos bávaros del km. 10. “Se puede decir que en aquella época, el 99% de los colonos
alemanes eran nazis, el 99% de los colonos suizos eran anti-nazis aunque la juventud suiza fuese pasablemente seducida por el ideal pangermánico y el 50% de los dinamarqueses eran pro-nazis. Durante la guerra, los colonos alemanes organizaban
reuniones, desfiles y manifestaciones nazis. En el Salón América tenía lugar la Wockensckau un una sesión semanal en el transcurso de la cual se proyectaban documentales sobre las campañas militares alemanas.
En el Salón Kreimer, todas las noches se reunían alrededor de treinta hombres, para escuchar las transmisiones alemanas que daban noticias relámpago sobre el avance del ejército nazi. Una costumbre nazi conoció
gran éxito aquí, la del Eintopf, comida cultural nazi, que en Alemania marcaba el día del ahorro nacional a beneficio del ejército y en Eldorado tomó el significado de una especie de rito místico comunitario.
Hubo también una Asociación de la juventud hitlerista muy bien organizada. Los jóvenes se entregaban a ejercicios físicos y militares y llevaban el mismo uniforme que sus émulos de Alemania: pantalones negros,
camisa marrón, pañuelo negro atado al cuello, botas, cinturón y puñal al costado. Sus cantos tenían el tono aterrador del fanatismo. Para los desfiles, llegaban camiones desde el km.2, con la bandera hitlerista
desplegada y antorchas encendidas.
Veinte colonos partieron hacia Alemania con el fin de participar en la guerra, sólo ocho volvieron
a Eldorado. Aquí los colonos se repartían la piel del oso antes de haberlo matado. Todo el mundo hablaba de la victoria. Algunos pensaban que después de la victoria, se distribuirían las tierras de los no-nazis.
Otros hablaban de enviar a la horca a los no nazis, ofrecer sus tierras a Hitler para que estableciera allí a los judíos e ir ellos mismos a ocupar los territorios de Ucrania y Rusia. Hasta el día de hoy, existen alemanes en
el sector rural que festejan el cumpleaños de Hitler. Otros conservan como una reliquia del heroísmo alemán la foto de Graf Spee, que fue hundido en septiembre 1939 en el Río de la Plata.
El local del partido nazi, llamado Das Braunes Haus, estaba instalado en el km.10. Todas las semanas los miembros del partido se reunión allí y de lejos se oían sus cantos de guerra y gritos de triunfo. Allí
se discutía el destino de los colonos que se habían negado a inscribirse en el partido. Se decía que no eran verdaderos alemanes. Un día la policía cerró el local, porque le habían llegado
noticias de esta frase pronunciada por el jefe del partido en uno de sus discursos: Hier laufen alle Fäden von Argentinien zusammen (Aquí convergen los hijos de la Argentina). Ustedes se preguntan sin duda cómo fue posible este desencadenamiento
nazi. Es que al principio, la policía local y los argentinos de Eldorado, tomaron esas actividades como manifestaciones patrióticas semejantes a todas las desplegadas por las colectividades de emigrados. Poco a poco, se
dieron cuenta del carácter muy particular de esas manifestaciones”.
En febrero de 1944, la Argentina rompe relaciones
diplomáticas con Alemania. Comienza entonces para los colonos de Eldorado, una serie de pruebas que reducen a la nada el significado que habían tenido para ellos veinte años de trabajo. El estado argentino, representado
por la gendarmería nacional y la policía, confisca los “bienes alemanes” de Eldorado, es decir la escuela Hindenmburg del Km. 14, la sede del Club Alemán y las propiedades de los colonos que habían ido a Alemania justo
antes de la guerra y no habían podido regresar. El Estado prohibió a todos los comerciantes de origen alemán vender fuel oíl o nafta. Ningún alemán podía trabajar como chofer de micro.
Para salir de Eldorado, el colono debía pedir permiso expreso a la gendarmería.
Contra el nacionalismo alemán vencido,
se yergue entonces el nacionalismo triunfante de los argentinos. La gendarmería llega a confiscar las armas de fuego que poseían los colonos: nunca más pudieron ver las viejas carabinas y los viejos revólveres que les
habían permitido sobrevivir y defenderse en los años heroicos del comienzo. “En esa oportunidad, los miembros de la Acción Argentina dieron libre curso a su gozo: manifestaciones, slogans, exhibición con los colores
argentinos. Comprendimos que el odio había entrado a Eldorado por la puerta grande, la del patriotismo argentino”.9
Este
puñado de inmigrantes que poco antes había encontrado tan fácil instalarse en la liberal Argentina, ahora se habían transformado doblemente en huérfanos y encima culpables. Huérfanos, porque por una parte
la madre patria acababa de derrumbarse y por otra parte acababa de morir la esperanza de encontrar en Argentina una patria de adopción. Culpables por la culpabilidad de los nazis, aunque en realidad hubieran ignorado los crímenes
perpetrados por Hitler y sus hombres. Culpables sobre todo por haber creído un momento que el trabajo de los pioneros les daba el derecho de organizar la sociedad de Eldorado a su gusto. “Recién ahora, al final de la guerra,
se puede leer en las Memorias de un Colono, nos llegaron las terribles noticias de los crímenes monstruosos cometidos por los nazis contra los judíos y otros grupos: noticias de exterminios, campos de concentración y hornos crematorios.
Basta con que una ínfima parte de esas noticias sea cierta para que se justifique la cólera del mundo contra esos verdugos…. Una prueba de la ignorancia en la que se mantenía al pueblo alemán respecto de los crímenes
nazis, concluye el mismo cronista, es el silencio oficial mantenido por las dos Iglesias en la misma Alemania. Si no protestaron, es porque no tenían pruebas positivas”.
- La muerte de Eldorado,
el nacimiento de Eldorado
El Eldorado o Paraíso de los Trópicos estaba muerto. Quedaba Eldorado, un pueblito agrícola del nordeste
de la Argentina. Ese cambio se produjo en la segunda fase de la historia de la colonia, entre 1939 y 1945. Recogimos testimonios de la época con mucha dificultad. Cuando se aborda esa época,
la reacción individual y colectiva de los habitantes de Eldorado es el silencio: es un tema tabú. Hablan de buen grado de la primera época. Hablan de buen grado de la tercera época que comienza
con la llegada del peronismo. Pero la época de guerra provocó tales traumas, que se prefiere reprimirlos en los últimos repliegues de la memoria. “¿Por qué quiere saber lo que ocurrió
en Eldorado en el momento de la guerra? Nos retrucaron muchos colonos. ¿Para que sirve? Ahora estamos en paz, queremos trabajar sin problema, no queremos hablar de política. Además la Argentina
terminó haciéndonos justicia, indemnizó a la comunidad alemana de Eldorado pagándole una parte de los viene que había expropiado”. Los jóvenes de 16, 18 ó 20 años no saben siguiera
lo que pasó. Los mayores no les hablaron del tema. Los argentinos de Eldorado por su parte, todavía hablan el lenguaje del fanatismo, cuando alguien les pregunta por esa época.
En esta desestimación que los colonos oponen a quien los interroga sobre la época de la guerra en Eldorado, nos pareció que había más que la voluntad de volver al modo de vida de la primera época. El colono
había llegado a Eldorado para crear un mundo original. Ese mundo, durante los veinte primeros años, se definía esencialmente por la relación de los colonos con la naturaleza. Sus relaciones con los argentinos
eran secundarias. En la segunda época, estos últimos se transformaron en el eje principal de la vida en Eldorado y Eldorado se transformó en un infierno. Los argentinos se habían apropiado de todas las instituciones
que aseguraban la cohesión de la comunidad alemana. Por otra parte, embriagados por la ideología engañosa de la Alemania nazi, habían llegado, ellos mismos, a renegar de Schwelm y de sus iglesias, para encontrarse algunos
años más tarde en el momento de la derrota nazi, tan aplastados como los sobrevivientes alemanes de la guerra. Once años de amargura siguieron a este fracaso. Recién en 1956 la Hindenburgschule recibió
la autorización para reabrir sus puertas. Mientras tanto, el colono había tomado su decisión. Había reencontrado al interlocutor de la primera época, el único con el cuál nunca había
habido malentendido: la tierra. Se había vuelto a sumergir en el trabajo, había intentado olvidar y hacerse olvidar. Había centrado todos sus esfuerzos en la producción, con la esperanza de ganar
lo más rápidamente posible el dinero que les permitiría forjarse un futuro próspero.
El advenimiento de Perón,
en 1945, tuvo una incidencia notable en el ánimo de los alemanes de Eldorado; inauguró su regreso a la sociedad argentina. En efecto, los colonos se habían puesto voluntariamente al margen de la sociedad machacando
con rencor la idea de su fracaso en tierra argentina. Se habían formado una imagen particularmente desfavorable del argentino: perezoso e inculto, individualista, politiquero y parlanchín. Sin duda, no se dejaban engañar
por estos estereotipos que construían en su amargura. En lo más profundo de ellos mismos aspiraban integrarse a la sociedad que con o sin ganas era la de ellos y esperaban para hacerlo, la primera oportunidad favorable.
Esta se presentará con la llegada de Juan Domingo Perón al poder.
“En 1946, la Argentina tuvo un nuevo
presidente, Juan D. Perón. Con este hombre, estuvimos inmediatamente de acuerdo. ¿Por qué? Porque al proteger nuestros bienes, nos garantizaba la existencia de nuestra segunda patria. En cambio, los
fanáticos radicales, fieles a las ideas del provocador Braden, prometían al pueblo que una vez en el poder les distribuirían los “bienes enemigos”, es decir los bienes de los alemanes establecidos en la República Argentina.
No pudimos votar, pero hemos apoyado la propaganda a favor de Perón. Lo hemos hecho a modo de autodefensa, es cierto…. Porque si los radicales no hubieran presentado un programa tan odioso, estoy seguro de que muchos alemanes habrían
votado por ellos y tal vez Perón no habría sido elegido”10.
Perón entonces fue elegido presidente. Argentina pasó por un período de gran expansión económica. Según
los colonos, se vieron ricos por primera vez. Por primera vez tuvieron dinero, porque de pronto pudieron vender su yerba mate a buen precio, el tung y las naranjas. 11. Eldorado vivió la fiebre de las compras y la construcción.
A partir de 1948 se abrió la era del crédito. Los colonos que hasta entonces no habían tenido sentido bancario, aprendieron a aprovechar las ventajas del crédito. Se les hizo posible comprar autos, camiones, tractores;
se pusieron a construir casas de ladrillos. Algunos, finalmente pudieron realizar un viejo sueño: ir a Alemania a ver a sus familiares que se habían quedado allí y hacerles admirar el “milagro alemán”.
Muchos colonos alemanes vieron crecer su propiedad. Como no había suficientes tierras arables en los límites de la colonia
y como de todas maneras éstas costaban demasiado caro, los colonos compraron propiedades en los parajes. Fueron propietarios en Laharrague, Mado, Puerto Delicia y en la antigua colonia inglesa fundada por Schwelm en 1931, en Puerto
Victoria .12. La mayoría de los colonos pertenecían ya a la primera generación argentino-alemana, es decir eran nacidos en Argentina. Sus padres les habían aportado el capital inicial. En suma,
una nueva generación de pioneros. 13
La situación de esos nuevos pioneros era sin embargo particular. Trabajaban toda la
semana en Eldorado en la chacra familiar o en la oficina si la tenían. Los sábados, viajaban generalmente con toda la familia para ir a ocuparse de su nueva propiedad durante el fin de semana. Salvo algunas excepciones, los nuevos
propietarios o chacareros tenían a su servicio personal paraguayo o criolla. Durante la semana, la propiedad estaba al cuidado de estos empleados que eran alojados y alimentados por los colonos.
El colono podía nuevamente estar orgulloso de si mismo, había vuelto al trabajo con euforia. Eldorado se había transformado en uno de los centros más ricos de la provincia de Misiones. “Eldorado, la colonia más
progresista del Norte argentino; Eldorado, Capital del Trabajo y del oro; Eldorado, centro industrial de Misiones, Eldorado, ¡un milagro económico del espíritu alemán!”. Son estos los términos con los que se hablaba
en Eldorado en esa época. La Cooperativa Agrícola se transformó en una verdadera potencia, tenía derecho a opinión en los consejos económicos de la provincia. Eldorado cambió poco a poco de
aspecto; fue la ciudad rural con la que había soñado Adolfo Schwelm. Las chacras estaban ahora vinculadas unas con otras por medio de caminos, un verdadero centro comercial se había desarrollado en el km.9, en el barrio de la Cooperativa
Agrícola y de los tres bancos.14 Nuevas salas de cine, restaurants, hoteles. Finalmente, la oficina de la empresa de electricidad y el teléfono, este último instalado en 1966.
Sin embargo, el ascenso socio económico del colono iba a sufrir una vez más una especie de parate. El colono debería enfrentar una situación para la que no estaba preparado. Su condición de agricultor alejado
de los grandes centros urbanos, había hecho de él un hombre económicamente rico, paro culturalmente pobre. Los habitantes de Eldorado reconocen hoy de buen grado que los pioneros de la primera de todas las generaciones estaban
culturalmente mejor formados que sus hijos. Por su relativa incultura, estos últimos no estaban en condiciones de dominar y controlar las nuevas estructuras económicas y aún menos para asegurar su funcionamiento en caso de
crisis.
¿Qué ocurrió? Escuchemos el testimonio de los mismos colonos: “De pronto, dice uno de ellos,
Perón quiso hacer pasar la organización social argentina del tipo rural al tipo industrial. Creyó que un peón estaba en las mismas condiciones de trabajo que un obrero de fábrica e hizo leyes uniformes para todos los
trabajadores… Nosotros empleadores, nos vimos sumergidos en leyes y reglamentos que nos obligaron a recurrir a abogados. Estos nos invadieron con su papeleo. Fue el principio de nuestra perdición”, “Las disposiciones
del gobierno peronista, dice otro, eran insensatas. Por ejemplo, decretó un aumento sustancial de los salarios de los obreros con efectos retroactivos. En consecuencia, debíamos pagar salarios… ya pagados. La reivindicación
masiva y brutal de los peones fue el comienzo de nuestra catástrofe. Los peones trabajadores y los peones haraganes exigieron igual trato. La disposición más desmedida, la que más nos afectó, fue la ley
de despidos. Despedir a un peón se transformó en un verdadero asunto de estado; aún cuando el patrón tenía razón, despedir a un obrero o a un empleado significaba una enorme pérdida de tiempo y de
dinero: juicios, abogados, papeleo. La C.G.T. surgió como una sobra amenazante frente a nosotros. El peón, apoyado por ella al 100%, se sintió todopoderoso. La pereza y la negligencia en el trabajo aumentaron en
proporciones gigantescas. Frente al mundo obrero y a su poderosa organización sindical, sabiamente apoyada por la demagogia peronista, vimos surgir en el mundo del agricultor el miedo y la desorganización. El colono estaba entre
dos fuegos: la C.G.T. y los abogados. Para seguir las exigencias sindicales debimos poner nuestra vida en manos de abogados ya que la mayoría de nosotros era incapaz de cumplir aunque más no fuera las formalidades impuestas por las
nuevas leyes. Eldorado vio entonces llegar un ejército de doctores de la ley. Esos abogados sabían muy bien que las condiciones humanas de Eldorado representaban para ellos un buen negocio… Por otra parte, Eldorado conoció
entonces una ola de robos y ataques a mano armada; empezó en Eldorado el odio de clases, los conflictos y las venganzas. El peón alcanzó un increíble grado de audacia. La única defensa del colono consistió,
por una parte, en despedir a los peones más antiguos, y por otra a rodear sus casas con una cerca alta de alambres de púas. El colono vivió desde entonces a la defensiva y los acontecimientos sólo reforzaron esta actitud has
un grado enfermizo”.15
Débiles precauciones en verdad, que rápidamente perdieron eficacia. Si bien los colonos
llegaban a defender sus vidas, no lograban defender sus bienes. Inútil enumerar aquí las múltiples trampas administrativas que sumergieron al agricultor y lo obligaron a entregarse atado de pies y manos al abogado. Esta
dialéctica dura hasta hoy. Varios colonos nos dijeron: “Mientras que los abogados de Eldorado se enriquecen nosotros nos empobrecemos, Vendemos nuestras tierras para poder pagar los honorarios del Doctor X. ¡Y así los
abogados se convierten en terratenientes.
Una vez más, el inmigrante era afectado en la base misma de su éxito. Una vez
más el contacto con la Argentina y los argentinos no llegaba más que a provocar en los europeos y los alemanes en particular, decepción y rencor. Una vez más el inmigrante se sentía extranjero en esta sociedad
cuya organización –o desorganización- lo superaba. “El cambio fue demasiado brusco, fue tan brusco que el colono, hasta aquí acostumbrado a trabajar en total libertad, y según las reglas de la
sana competencia, perdía de pronto todo espíritu de iniciativa. Estuvo obsesionado por el miedo. Esta actitud fue tan funesta que el sentido del esfuerzo y el trabajo no dejaron de disminuir. Muchos individuos
se transformaron en hombres sin carácter y sin voluntad, incapaces de luchar en Eldorado…. Individuos que habíamos conocido llenos de confianza en sí mismos, llenos de iniciativas, llenos de sano orgullo, llenos de sentimiento de
afectuosa fidelidad respecto de la Argentina. 16
En realidad, Eldorado vive hoy al ritmo de la nación misma. Salido de su
aislamiento, conoce como todas las demás localidades, las ventajas y los inconvenientes de la burocracia argentina. Los de mayor edad ya no se reconocen en ella y prefieren refugiarse en el recuerdo de su odisea. Los más
jóvenes sueñan con otros horizontes y sobre todo con la vida de las grandes ciudades, más confortables y más seguras. El viejo colono siente con mucha fuerza su vulnerabilidad y tiene miedo por el futuro de sus hijos, así
como por el de ese Eldorado que construyó. “Nuestros hijos, testimonia uno de los más viejos pioneros, saben lo que significa el trabajo de la tierra, ya que recorrieron con nosotros una buena parte de la ruta y construyeron
con nosotros Eldorado. Conocen el valor de nuestros esfuerzos y lo que nos costó conquistar esta tierra para ellos. Pero nuestros nietos ya son de otro mundo. Todos nuestros jóvenes de 15 a 18 años,
son sensibles únicamente a las dificultades que enfrenta al agricultor. No quieren “enterrarse”, no quieren ser agricultores. Saben muy pocas cosas de nuestros primeros años y no quieren saber más”.
Lo que más choca al colono, es ver que ese nuevo mundo barre sus costumbres y su modo de vida. En el transcurso de un diálogo
familiar, tres viejos colonos expresaron sus quejas en estos términos: “Todos los días vemos surgir nuevos fenómenos que nosotros habríamos alejado por ser malsanos. Lo peor, es que esos fenómenos alcanzan a nuestros
hijos por contagio. El nuevo colono se hace comerciante y el comerciante especulador. Los nuevos ricos de origen europeo se hacen arrogantes y fanfarrones, a ejemplo de los abogados y los médicos que frecuentan. Por
lo mismo, los demás colonos, aquellos que aún no “llegaron” se ponen celosos. Cada uno oculta al otro lo que posee, lo que piensa hacer y sus proyectos de expansión. Terminada la época del verdadero
intercambio de experiencias entre colonos. Terminado el desinterés. Por todas partes se ve la ambición destructiva y un deseo de llegar realmente humillante”.
El antiguo colono mira surgir Eldorado actual con cierta tristeza. Pero mientras que los viejos pioneros venidos de Alemania más de 50 años antes, cavan la tumba de Eldorado perdido, la cuestión es saber que lugar ocupan sus
hijos y nietos en Eldorado argentino en vías de formación.
CONCLUSION
“Eldorado,
un mito”, “Eldorado, una realidad”: bajo estos dos títulos, hemos intentado retrasar la historia de Eldorado desde los orígenes hasta nuestros días. Recapitulada bajo el ángulo de los problemas de integración,
esta historia contiene tres etapas. La primer etapa, (1919-1935) es la inadaptación de los colonos a la naturaleza salvaje que vinieron a domesticar, la segunda etapa (1936-1945) marca el conflicto entre los colonos
y los funcionarios argentinos, llegados en masa, una vez bien establecida la colonia. La tercera, (desde 1946) es la de la coexistencia pacífica de las dos comunidades, cuyo sentido es aún ambiguo. Solo el estudio
de las estructuras socio-económicas y socio-culturales de la colonia, nos mostrará en qué proporciones esta coexistencia implica un proceso de integración.
Para comprender mejor esta evolución, nos pareció útil analizar las tres etapas de la historia de Eldorado en función de cuatro temas elementales que vuelven como leit-motiv en los discursos de los alemanes de Eldorado: Alemania
o la patria de origen, Argentina o la patria de adopción, Eldorado o la Colonia, la Tierra o la obra del colono.
1919-1935.
Alemania se ve muy afectada por la primera guerra mundial y la derrota: económicamente esta pobre y socialmente desgarrada. Por eso los colonos la abandonaron y la imagen que conservan de ella no compite realmente con la de Eldorado.
Gracias a la propaganda de Schwelm y el entusiasmo de los pioneros, Eldorado se presenta a los colonos como tierra prometida, puerto de prosperidad y paz. Pero en cambio es Eldorado lo que se siente como la nueva patria, no la Argentina, prácticamente
ausente del campo de conciencia del colono. Su vínculo real con el país, es el que lo apega a la tierra que desmaleza.
1936-1945. El nazismo exalta el mito de la omnipotencia germánica, y Alemania reaparece para el colono como la única patria válida: sueña con volver allá. Eldorado concebido por
Schwelm decae al punto de que el fundador la reniega. La Argentina, a partir de entonces, presente en Eldorado a través de sus funcionarios y sus fuerzas armadas, es el enemigo. Pero el vínculo del colono con la tierra subsiste.
1646-1956. La caída del Tercer Reich escalada de los colonos.
Por otra parte, sus hijos y nietos ya no consideran a Alemania como su patria. Eldorado es su ciudad natal. La Argentina, por la fuerza de las cosas, es la patria definitiva de los padres y de los hijos. Pero su vínculo con la
tierra, tiende a relajarse; el éxodo rural afecta a los alemanes de Eldorado, como afecta a todos los rurales del país.
Al marcar con el signo más el elemento cuya influencia es determinante y con el signo menos aquél cuya influencia, por el contrario, tiende a desparecer, podemos representar la evolución de la actitud fundamental de los alemanes de Eldorado
en el siguiente cuadro:
| Patria Alemana | Eldorado
| La tierra | Patria Argentina |
1919-1935 |
- | + | + | - |
1936-1945 |
+ | - | + | - |
1946-1966 | - | + | - |
+ |
Queda por saber cuál es la naturaleza exacta de este apego, ahora exclusivo,
a la localidad de Eldorado y a la patria .